sábado, enero 5

Paratextos latinoamericanos. (Natalia Ferro Sardi)

Reseña Publicada en Revista Dazebao. Periódico cultural y social, Año 1, Nº2, Ediciones de Barricada, Punta Alta, Agosto, p.16 (ISSN 1851-2755)


Bajo el sugerente título de Botero, Claudio Dobal, nacido en Bahía Blanca en 1979, reúne en este libro tres cuentos.
Desde una efectiva heterogeneidad, a nivel de estrategias discursivas y de los argumentos elegidos, los relatos dialogan horizontal y verticalmente con corpus anteriores y circunstancias propias de la situación actual del autor y de sus destinatarios.
En su conjunto los textos constituyen un intento, por parte del escritor, de insertarse dentro de una línea narrativa que recorre la historia de la literatura latinoamericana desde sus comienzos. La pregunta por la identidad de un espacio marcado por la violencia desde sus orígenes, recorre distintos géneros y manifestaciones culturales ensayando diversas interpretaciones. Las respuestas ofrecidas a lo largo de estas 177 páginas no son concluyentes y es ahí donde reside uno de los mejores aciertos de la obra.
La elección del apellido del pintor colombiano, como nombre de la compilación, adelanta la posición política de Dobal desde el punto de vista temático y formal. Citar al otro, aún en el paratexto, es un gesto que implica el deseo de querer ser, en cierta forma, ese otro. Desde una perspectiva que privilegia lo grotesco se va a contar – en dos de sus acepciones: narrar y enumerar – el cuerpo subrayando su desborde.
Los individuos que protagonizan estas historias comparten, de algún modo, con varias de las figuras de Botero su condición de marginales, excluidos de representaciones hegemónicas que fueron conformando imaginarios sociales. Ambos comparten, además, su condición de integrantes de sociedades cuyas instituciones están estalladas y forman parte de una cultura caracterizada por la brutalidad (“Carrobomba”, “Masacre de los inocentes”, “La guerrilla” y “La muerte de Pablo Escobar” pueden ser mencionados como ejemplos), la opresión y la injusticia.
Tipos desilusionados, fracasados y desmoralizados, las criaturas de Dobal, observan los acontecimientos sin poder o sin querer modificarlos: “…tienen que salir a chorear o a revolver la basura de los otros porque no hay otra hay que hacerlo porque es así, quizá piensa el caribe. Ese caribe que también chorea. Que también sale a chorear porque es así.” (“Caribe”: 59) La existencia sigue siendo concebida como una fatalidad.
En estos mundos narrativos sometidos y organizados por la ley de la oferta y la demanda, estos “otros” siempre distintos y distantes para el sistema, son reducidos a objeto, son materia, son carne, negociable, trasladable o intercambiable.
En estas condiciones, las personas no poseen identidad, son lo que hacen, la función que cumplen o aquello que poseen. La escritura da cuenta de estos otros, de sus soledades y miserias, pero no habla desde, por o para esos otros. Los muestra inconclusos, siempre inaprensibles para una mirada ajena, extrañada. Y es precisamente en la problematización de la perspectiva narrativa, a través de un medido uso del adverbio (quizá) donde reside un segundo logro. Así una posible aserción sobre la identidad individual o grupal no es terminante. El significado flota más allá o más acá de interpretaciones monolíticas y se evitan, afortunadamente, maniqueísmos panfletarios.
Encontrar la conjunción de tiempos que le permita dar cuenta de la complejidad de los conflictos que atraviesan este espacio y a este sector de sus habitantes, parecer ser una preocupación que otorga unidad al conjunto de cuentos.
El primero de los textos, “Caribe”, invita a una doble lectura. Puede ser abordado como la historia de un hombre “al límite”. Alguien a quien los hechos le suceden sin que estos se encuentren, necesariamente, conectados por una lógica causal. Caribe, como un miembro más del grupo de “hombres auténticos”, en términos de Bourdieu, ve su virilidad puesta a prueba en cada acto. La narración muestra sin embargo un tipo desconcertado frete a estas mismas nociones y reducido a instrumento. Carne que satisface a la carne – la brazuca – cuerpo al cual se le arrebata el sentido final de sus acciones. Carne convertida en espectáculo y vendida al morbo del público desde la palabra tergiversada de los medios.
“Caribe” también puede ser comprendido como la Historia de un espacio, inventada aún antes de ser descubierto, o mejor dicho, conocido. Un lugar sobreinterpretado, desnaturalizado, ajeno, siempre. Habitante y espacio se confunden en el verbo ser que los abarca. Los paralelismos sintácticos y semánticos otorgan al relato una morosidad que parece reproducir lo agobiante del clima, entendido tanto en un sentido literal como simbólico. Esta ambivalencia abre el juego al lector y vuelve interesante el texto.
“Cartoons” refiere lo que le va sucediendo a quien era “literalmente un hijo de puta” (“Carita”: 75). Comparte este cuento con el que le antecede la pregunta sobre el lugar del padre y cuestiona los imaginarios familiares tradicionales que los discursos dominantes ponen en circulación. Los personajes trazados desde la exageración, parecen, justamente, dibujos animados.
Lo alto y lo bajo, lo sagrado y lo profano, se reúnen sin llegar a fundirse en el tercer relato, en ese momento tan especial que es el carnaval. Dos historias, se narran de manera paralela: la de un rito consistente en una pelea de gallos involucra el destino de todo un pueblo; el desencuentro entre un joven y su novia después de una pelea durante el día de la celebración de esta festividad. Los relatos se irán intercalando mientras la tensión, en ambos, va en aumento. Diferentes tiempos y distintas culturas se encuentran unidos ante la expectativa de la llegada posible del caos, de la destrucción de un orden, que nunca llega. En esa espera y en la ansiedad que ésta genera se concentra la tensión del cuento. La carne reemplaza a la carne y todo vuelve a reiniciarse como en un ciclo.
La galería de personajes femeninos que desfilan por estas páginas no trascienden la categoría de estereotipos. No obstante, los textos, en su conjunto evidencian un dominio sólido, por parte de Dobal, de la selección y combinación de estrategias narrativas. El lenguaje sugiere una violencia mayor de la que nombra. Esto genera que el impacto sobre el lector sea más firme. La carne, como metonimia de los sujetos y metáfora de un sistema, evidencia atinadamente el lugar de los cuerpos puestos en circulación dentro de una economía de objetos.